Desconectándonos
Tengo un amigo que, desde que salieron los celulares hace
más de una década, es adicto a las “comunicaciones”. Tanto que donde ha
trabajado le han regalado entre jocosidades y seriedad objetos alusivos a su
dependencia…. pasteles, peluches, porcelanas y juguetes en forma de teléfonos móviles. Debo
aclarar aquí que este personaje tiene 70 + años de edad y es adicto enfermizo a su Blackberry de última
generación. A mis hijos les cuesta estar
sin sus celulares y tabletas al lado; son acompañantes fijos a cualquier
evento, desde los más familiares hasta los más públicos. A veces me he sentido
totalmente ignorada y hasta celosa de tanta atención que le prestan a sus
adminículos.
Ayer cambiando canales en la tele me sorprendió ver en las
noticias locales como la alcaldía se lamentaba de la baja asistencia a campamentos vacacionales,
de esos al aire libre, debido a que los niños no quieren apartarse del Wii,
Nintendo, DS, i Phone, i Pad, Blackberry y demás elementos tecnológicos. Los organizadores
de los campamentos entrevistados explicaban que les cuesta mucho motivar a los
jóvenes para que se incorporen a la actividad física por periodos establecidos
pues pareciera que los muchachitos sufrieran de un agudo síndrome de
abstinencia digital. Los juegos tradicionales no tienen el encanto ni magnetismo que
solían tener.
Todos los que somos padres bendecimos los mensajes de texto,
los pings de Blackberry / Whatsup y las actualizaciones del Facebook/Twitter ya
que brindan la posibilidad de saber si los seres amados están bien (¿control?)
o cómo está la “temperatura” mundial, especialmente si se vive en una localidad
venezolana donde no se sabe que puede pasar en fracciones de segundo… puede
desbordarse un río, caerse un puente, explotar una tubería de gas, desaparecer
el papel sanitario. Yo misma cada vez
que viajo y la conexión a internet es inexistente siento que estoy aislada completamente
del mundo. Mi hijo me califica como señora
mayor rara (para no decirme vieja) porque la tecnología forma parte de mi
vida. Utilizarla nos y me permite estar
al día, en contacto.
¿Cuántos de nosotros no conocemos a alguien cuya vida esté
centrada en Facebook? esos que son corredores de bienes y raíces virtuales de algoville, tienen avatares, juegan,
acosan, muestran fotos de todos sus paseos y actividades, escriben perfiles que
solo ellos se creen. Son personas que a simple vista parecieran tener una vida
perfecta. Siempre están pasándola regiamente.
¿Verdad o ilusión? No lo sabemos, tampoco es de nuestra incumbencia. Ellos tienen una vida tecnológicamente centrada, no se despegan de la computadora.
¿A qué viene todo esto? Simple mi querido Watson. Indudablemente
la tecnología es parte del espíritu del tiempo. Ignorarla es no entender como
fluye la vida hoy día. Gracias a ella hemos sabido que ha pasado en el planeta,
como el incendio de la Refinería en Amuay, la situación en Egipto y Siria, el
tsunami en Japón y en Chile, la campaña política de Obama. Lo importante es pensar que aunque nos encante,
su exceso nos limita de experiencias físicas y emocionales, nos enclaustra y
hasta nos puede llevar a la adicción. La necesidad de estar conectado en mayor
o menor proporción se llama nomofobia.
A veces estamos en compañía pero estamos
solos… todo el mundo está revisando su Smartphone, “guindando” fotos en Instagram,
o revisando “actualizaciones”. ¿Se ha percatado del bostezo colectivo que se produce cada vez que alguien
saca su celular en una mesa? ...todo el mundo saca el suyo casi de inmediato. Como dice una conocida “el Blackberry nos acerca
a quienes están lejos y nos aleja de los que están cerca”.
¿Flores para la nomofobia?
Red Chestnut Si
estamos preocupados porque no hemos recibido un mensajito de texto de nuestros
hijos que están de rumba. Nos permitirá ocuparnos en lugar de preocuparnos.
Cherry Plum si no
podemos controlar la nerviosa revisadera del teléfono para saber si llego un
mensaje o un correo electrónico. Nos permitirá mantenernos tranquilos y sin
miedo a perder la razón.
Walnut si
actuamos bajo el efecto del bostezo colectivo… si el otro saca el teléfono yo
lo saco también. Nos ayudará a mantenernos en el camino sin perder nuestra ruta
por influencias ajenas.
La nomofobia es ahora el gran tema de reflexión para las grandes
compañías tecnológicas, para los filósofos de la educación y por supuesto para
el público en general. ¿Podrá la desconexión hacernos disfrutar más
de la vida? ¡Quien sabe!! ahora me disculpo, debo cerrar esta entrada…no he revisado mi actualización en Twitter.
Los invito a ver este elocuente comercial Tailandés sobre el tema
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