Una cuestión de actitud
Hoy
estaba leyendo en Facebook un comentario de mi amigo Josué. No pude dejar de pensar sobre su actitud
positiva y activa en pro de los venezolanos en Calgary y en toda Canadá (me
imagino un país de género femenino). No
importa si es un evento social, cultural o político. Él siempre está allí, en la cabeza de la
situación buscando sacar lo óptimo de cualquier circunstancia. Parece el conejito de Energizer, en constante
movimiento, nunca desmaya. Él es lo que
yo llamo un realista positivo.
¿A
qué viene todo esto? Viene sobre el tema
de cómo aprendemos a ver las cosas, a cómo aprendemos a ver la vida desde la
infancia. Por uso y costumbre en la
cultura familiar, religiosa y escolar de mis años mozos, uno debía ser comedido
y austero en las aspiraciones, esperar siempre lo peor para que cuando viniera
lo mejor hubiese una celebración por el
éxito (sí, yo te aviso chirulí). Por
ejemplo, al finalizar un examen para el cual había estudiado yo no decía “Que bueno….salí cheverísimo” yo decía “no
sé cómo salí, a lo mejor me reprobaron o no me fue tan bien”. Nadie
se imaginaba que el estado negativo del pensamiento producía estrés y alteraba
la bioquímica corporal. En consecuencia, cuando aprendemos bajo la óptica
negativa, a esperar lo peor, mientras pensamos o hablamos de esa manera nos
estamos envenenando, generando internamente un coctel de toxinas que producen
enfermedades.
Las
personas con tendencia positiva se economizan lo nocivo y perjudicial del
pensamiento trágico. ¿Cómo? Ellos en general buscan estrategias para mejorar
situaciones, tienen relaciones más efectivas basadas en confianza y
cooperación, las situaciones negativas no dejan que su entendimiento se
enturbie (son más objetivos), pueden rebotar de la crisis más eficientemente y
con más energía. Todo esto en contraste con el desgate que le queda a las
personas quienes anticipan catástrofes o son tremendistas ante las
circunstancias. Por eso repito una y otra vez, la importancia de la palabra.
Aprendemos de chiquitos un discurso que puede ahogar aspiraciones y hasta
aniquilar personas.
Por
supuesto que las cosas pueden irles bien o mal tanto a los optimistas como a
los pesimistas, la diferencia estriba la reacción de cada grupo. Los optimistas tienden a sentirse mejor en
cualquier circunstancia. Por eso pueden salir más rápido emocional y
físicamente de cualquier situación no favorable.
¿Por
qué comencé mi relato con el caso de Josué?
Porque él maneja las situaciones con un enfoque realista positivo; es
decir, tiene un margen de ilusión en las circunstancias pero sin sobre-estimar
las habilidades y posibilidades de éxito además evita comportamientos poco responsables o narcisistas.
Hagamos
como Josué, mantengámonos alerta sobre los elementos positivos de cualquier
situación sin negar la existencia de los obstáculos, entendamos que hay
desafíos mientras estamos aferrados a la esperanza y hagamos reality checks (revisiones de la
realidad) en el transcurso. Esta es
justamente la diferencia entre un optimista y un realista positivo. Hay que
tener metas, recursos conocidos y estrategias, no es solo un asunto de esperar
a que algo pase o que la magia se manifieste.
¿Flores para la actitud?
Clematis si estamos en ensoñación y no
aterrizamos. Sin acción los sueños no se cumplen, no es un tema de solo desear.
Vervain si nuestro entusiasmo por convencer a otros nos lleva al fanatismo
ciego, nos ayudará no sobre-estimarnos.
Gentian si vemos con incertidumbre los obstáculos, nos ayudará a sortearlos con
actitud más firme.
Los
optimistas ven los obstáculos como algo temporal con una causa externa, los
pesimistas los ven de largo alcance y dominando la vida en muchas dimensiones.
El optimismo y el realismo no necesariamente son excluyentes. El optimismo
puede ser cultivado. Por eso hay que fijarse cómo nos expresamos sobre nuestra
vida y nuestras circunstancias. Hay que enfocarse más en nuestros triunfos que
en las adversidades. Lo positivo comienza con el ejercicio de la palabra y del pensamiento. Como
dice Don Miguel Ruíz hay que ser impecables con el verbo…. todo invariablemente sazonado con
realidad.
Un obsequio de internet, Don Miguel Ruíz, un resumen de los Cuatro Acuerdos
Como siempre, muy bueno el artículo.
ResponderBorrarUn abrazo!