Cuando algún familiar, amigo o conocido tiene
una dificultad de cualquier índole tendemos a responder ante la situación
reconfortando, cuidando, serenando, ayudando dentro de nuestras
posibilidades. Podemos ser un bálsamo para
aliviar las penas del otro. Nuestro
repertorio de ayuda es como una cajita de primeros auxilios para rupturas
amorosas, problemas laborales, situaciones familiares, duelos, noticias sobre
el muro de Trump, la economía mundial y paremos de contar. Incluso a veces podemos
dar consejos sobre cómo evitar esas situaciones para que no sucedan más en el futuro.
Lo hacemos con la mejor intención.
Sin embargo, cuando nos pasa algo a nosotros
mismos podemos ser muy duros y críticos, escondernos sintiendo vergüenza,
sentirnos las victimas del universo, invertir un montón de tiempo revisando todos
los escenarios que pudimos haber contemplado y dejamos de lado en esa situación. Podemos ser nuestros propios enemigos; peores
que aquello (situación, objeto, o persona) que pensamos nos está afectando. Nos
olvidamos de aplicar en nosotros mismos la amabilidad que usamos con otros en
los momentos de desconcierto. Esto puede conllevar como consecuencia malestares
físicos y emocionales que nos afectan personalmente y a nuestro entorno.
Cuando nos damos el permiso de entender que podemos
tratarnos de la misma manera como asistimos a otros, suceden muchas cosas
buenas. Recuperamos el optimismo, la satisfacción, nuestra autonomía, reducimos
la ansiedad y el estrés, nos sentimos bien.
Hay una razón fisiológica para entender esto. Cuando estamos conviviendo con el pequeño
monstruo que llevamos por dentro, nos desbordamos en noradrenalina la cual
trabaja en contra de nuestro bienestar a todo nivel. Cuando trabajamos la amabilidad, la benevolencia
y la atención hacia nosotros mismos producimos oxitocina que es la hormona del
sentirse bien. No somos inmunes a la agitación de ese pequeño monstruo, pero
podemos aprender a domarlo sin látigo y sin azotes.
¿Flores
para domar al pequeño monstruo interno?
Rock
Water si somos muy exigentes con nosotros mismos en la
búsqueda de la perfección. Nos ayuda a disfrutar el camino, a sentir placer y regocijo
en esa búsqueda del ideal que nos hemos establecido.
Pine si nos sentimos culpables por lo que hicimos o dejamos de hacer. Nos
ayuda a entender que no somos responsables por todo lo que pasa, que hay
elementos que están fuera de nuestro control.
Crab
Apple si somos detallistas y queremos cubrir todos los
aspectos que suponemos debemos contemplar en una situación específica, si nos
amargamos porque no luce como debería.
Nos ayuda a relajarnos y a entender que aún en lo diferente a lo que
pensamos puede haber belleza y otro tipo de estética.
Cuando sentimos que el pequeño monstruo está
desatado lo primero que podemos hacer es reconocer lo que estamos sintiendo, es
decir, las emociones presentes. Luego podemos pensar cómo otros podrían experimentar
la misma situación. Pensemos en qué le diríamos
a esa persona que queremos ayudar. Esto nos
ayuda a aprender a cómo tratarnos a nosotros mismos con amabilidad, calidez y
respeto. El Dr. Bach hablaba de sanarse uno mismo (Heal Thyself) como base fundamental para ayudar a otros. Yo lo "traduzco" como comenzar con nosotros mismos para entender el cómo ayudar a otros. ¡A querernos más!
Imagen con Copyright de iStock
© 2017 Marielena Núñez
Imagen con Copyright de iStock
© 2017 Marielena Núñez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario