Cuando escuché la expresión pensé, como
venezolana que soy, un bosque con un río u otra fuente de agua donde se baña la
gente. ¡Cuan equivocada estaba!
Llegué a la isla de Vancouver a una población llamada
Parksville, aunque aquí se le llama ciudad (tiene 14000 habitantes). Vine solo de
trabajo por tres días. Lo primero que observé es que todo parecía estar en una
burbuja de tiempo. Las personas sin
apuros, se toman su tiempo, nada de correderas. Caminando hacia el centro de la
ciudad, me encontré una tienda de alquiler de DVDs, no quemados o piratas por
que las leyes de propiedad intelectual y derechos de autor en Canadá son súper
estrictas. Algo parecido a lo que era Blockbusters, aquella cadena de alquiler
de videos que funcionaba en algunos países latino americanos por los años 80. En otra tienda había alquiler de Sega Génesis,
Nintendo y Atari, en boga cuando mis hijos tenían entre 6 y 8 años. Muchas
granjas, muchos bosques, playas muy diferentes a las del Atlántico y Pacifico ubicadas
más abajo de California.
Se me ocurrió buscar qué hacer y llamé a una
pareja de personas locales que hacían turismo en la zona, me dijeron iban a
hacer un baño de bosque. Al no tener
nada que hacer decidí unirme a la experiencia, dejar cualquier juicio de lado y
disfrutar el paisaje ¿qué era lo peor que podría pasarme? Simplemente que no me
gustara.
Resulta que el mencionado baño de bosque consistía en una caminata, en
silencio, entre árboles coníferos inmensos con centenares de años de
existencia, que casi tocan el cielo. Uno queda inmerso entre las sombras que
producen sus copas, los aromas de coníferas de todo tipo, las gotas de la sabia
resinosa en forma de diamantes que cuelgan de los tallos, el sonido de los riachuelos
dándole paso a los salmones que vienen del mar al río a poner los huevos en una
lucha contra la corriente, los pájaros carpinteros picoteando ruidosamente los
tallos de los árboles para construir sus nidos.
Me sentí en un momento como Blanca Nieves, la bella durmiente y
Pocahontas, por lo del bosque me refiero y sin canciones pegajosas.
En un momento nos detuvimos frente a un gran
árbol de haya, o Beech en el sistema floral de Bach. La guía nos explicó que ese árbol se protegía
de los insectos emitiendo un aroma especifico y avisándole a sus congéneres Beech
sobre un posible ataque. Nos contó que
en ese bosque había familias completas de árboles, y sobre la forma cómo se
apoyaban para subsistir y protegerse.
Caminamos por tres horas ininterrumpidas entre
los diferentes aromas de los pinos y la temperatura cambiante producida por el
sol luchando por abrirse espacio entre los árboles. Me pregunté ante la
inmensidad de aquellos tallos cuánto tiempo habrían estado de pie, cuántos
siglos o eras geológicas, qué cosas habrían visto, qué querrían compartir con nosotros. Al finalizar la caminata el otro guía había recogido
hojitas, bayas, y preparó una infusión, cerramos con una ceremonia de
agradecimiento al bosque Heritage.
¿Flores para el baño de bosque?
Wild
Rose – para la falta de temperatura emocional, para
las personas que todo les da igual. Nos
dará gusto por la vida, la posibilidad de sentir la alegría de vivir. Por eso es el emblema del sistema floral de Bach.
Beech – para las personas que tienen momentos de crítica e intolerancia. Nos
permite entender otros pareceres y pensares.
El baño de bosque es muy popular en Japón. Entre
sus beneficios está el incremento de células NK, reducción de la hipertensión
arterial, reducción de estrés, habilidad para enfocarse, incremento de energía,
mejoría en personas con insomnio, descenso en niveles de cortisol.
Mi experiencia resultó en una maravillosa
conexión de todos los sentidos aunque admito que jamás me lo hubiese imaginado. El ritmo citadino es diferente. Ahora entiendo porque los celtas, los druidas y
los japoneses hacían y hacen baños de bosque, porque a los caraqueños les
encanta subir al Ávila y a los canadienses les fascina hacer montañismo y camping. La naturaleza nos lleva al equilibrio.
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© 2017 Marielena Núñez